Entre los kollas hay un lugar para tu bolsa de dormir en el suelo de tierra en una despensa de adobe, a la vera de la ruta y junto a otros animales. Caminás durante días hasta la Cuna de oro Inca, Choquequirao, ciudad perdida en el valle de Vilcabamba, y a paso de mula, ligero, llegás por senderos donde nadie anda hasta Machu Pijchu. Quieto bajo la lluvia te quedás observando una lagartija en la piedra, luego de reír y saltar alucinados entre las ruinas de un Imperio.
Entre los cambas esperan por días un bus que no llega o un camión que los hale al norte de Bolivia, acampan donde sea, en la ruta entre camiones o junto al peaje y a la vista de gendarmes que festejan bailando, ebrios de alegría, haber encontrado tu zampoña.
Entre kollas y cambas voy con la señorita Castor caminando junto a ellos, con sus mulas y en su tiempo. Navegamos con cientos de cebúes y sin un solo cucumelo, río arriba por la selva boliviana y de vuelta hacia mi ciudad, pero a otra. Otra algo desfasada donde el viaje continúa inevitable. Las mismas calles, las mismas personas, otra gente.
Yo mismo, otro.
